En enero, mientras las comunidades restringían la movilidad entre regiones, viajaron por ocio a España más de 400.000 personas foráneas
El año 2020 pasó a la historia del turismo español como el peor ejercicio de siempre, con una caída de la industria sin precedentes. Y 2021 no ha empezado con mejor pie, según los datos publicados este martes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). En enero visitaron el país 434.362 viajeros extranjeros, un 89,5% menos que un año antes (todavía sin el zarpazo del coronavirus), cuando España recibió a 4,1 millones de personas. Por la parte del gasto, el hundimiento registrado es de intensidad similar: los turistas gastaron casi 452 millones de euros, un 90,5% menos que en enero del año pasado. Ambos guarismos acumulan 11 meses de caídas interanuales, todas por encima del 60%.
Por bajos que sean estos datos, lo que resulta más llamativo es que hubiera viajes de ocio a España en enero, un mes en el que la mayoría de comunidades autónomas estaban cerradas perimetralmente. Parece tener poco sentido que coincidieran en el tiempo las prohibiciones a los viajes entre regiones y la llegada por ocio de turistas residentes en otros países. Esta contradicción se produce porque el Gobierno central dejó el decreto de las restricciones a las comunidades autónomas, pero estas no tienen la capacidad de negar la entrada al país a un viajero europeo. En ese caso, tendría que ser España la que notificase el cierre de fronteras, un extremo que no se ha producido a excepción de la restricción de los viajes no imprescindibles desde Reino Unido, vigente desde el 21 de diciembre, y de terceros países de fuera de la UE. La situación no ha sido más grosera porque en el resto de Europa el auge de las limitaciones a la movilidad ha sido muy fuerte, lo que ha limitado los viajes de ocio.
El resultado de todo ello es un inicio de 2021 bastante errático para el sector turístico, que sigue sin levantar cabeza. La industria confía su futuro en el proceso de vacunación y suspira para que se llegue a verano con buena parte de la población inmunizada. Las patronales insisten en que necesitan ayudas directas para aguantar el chaparrón y sobrevivir hasta la temporada estival. Será entonces, entre junio y septiembre, cuando el tejido productivo se juegue su futuro, ya que un segundo verano bajo mínimos resultará difícil de soportar para el sector.
Fuente: EL PAÍS
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