La llegada de turistas de ambos países es decisiva para que coja cuerpo la recuperación del sector y de la economía
La decisión del Reino Unido de restringir los viajes a España —con cuarentena obligatoria y dos PCR a la vuelta— tiene en vilo al turismo. El sector confiaba en que al menos las islas entrasen en la lista verde británica, pero el pasado viernes todo se desmoronó. La ministra Reyes Maroto trata de espantar los fantasmas e insiste en que los británicos podrán venir de vacaciones. Pero todo depende de que Londres acceda a sacar a España de su lista ámbar, al menos a los territorios que tienen una mejor situación epidemiológica. Preocupa también la recomendación alemana de no viajar. Sin esos dos mercados, peligra la campaña veraniega y, con ella, parte de la recuperación económica.
El turismo español no se puede entender sin los millones de británicos que llegan cada año (18 millones en 2019). Y menos aún si a estos se le suman los que viajan desde Alemania (11 millones). Esta dependencia de los dos grandes caladeros de turistas se ha convertido en una preocupación: por un lado, el Gobierno británico ha dejado a España fuera de la lista de países a los que viajar sin restricciones. Y por otro, Alemania mantiene aún la recomendación de no viajar al exterior. Para complicar un poco más las cosas, las imágenes del desmadre del fin de semana pasado, con fiestas y aglomeraciones en las calles de las principales ciudades de España, no ayudan a que otros países abran el grifo a la llegada de turistas.
Por todo ello, en el sector y en el Gobierno se palpa el nerviosismo ante lo que pueda pasar. Sin los británicos será imposible que coja cuerpo la reanimación de la industria turística y se puede retrasar la recuperación de la economía por la capacidad de arrastre del sector. Solo de estos dos países llegó más de un tercio de los turistas que visitaron España en 2019. Y la facturación, por tanto, depende en gran medida ellos. Además, la mitad del PIB turístico del año se decide en la campaña de verano, entre junio y septiembre.
Fuente. EL PAÍS
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